Un expediente judicial que no es sencillo de resolver. El delito de amenaza agravada que se le imputa a los hermanos de la calle Don Bosco oculta una gran dificultad técnica para ser sostenido. Datos sobre el accionar policial y el "error" en el allanamiento.
El lunes a la madrugada en un paredón próximo a la casa del intendente Carlos Arroyo autores desconocidos pintaron una frase temeraria “Hay balas apuntando a tu casa”. Esa misma madrugada tal vez unos minutos después, por lo menos dos personas, una mujer y un hombre jóvenes, escribieron, también con aerosol negro, a 110 metros de allí otra consigna: “Saquen sus rosarios de nuestras cabezas”. Esta última acción quedó registrada por las cámaras de seguridad y también el trayecto que recorrió la pareja y los otros tres acompañantes hasta ingresar en el pasillo de Don Bosco 1951.
Cuando por la mañana fue advertida la pintada en cercanías de la vivienda de Arroyo la investigación no fue tan compleja: se revisaron las cámaras de seguridad y se descubrió a los más que probables autores de las pintadas.
La fiscal Alejandra Boniccini, de la UFI de NN o Determinación de Autores, reunió información acercada por la policía y solicitó la orden de allanamiento para el domicilio de Don Bosco 1951. Tal vez las tareas de inteligencia no fueron lo suficientemente precisas para establecer que dentro de ese pasillo había más de un inmueble. El juez Gabriel Bombini autorizó el operativo por considerar que había pruebas y no se vulneraban las garantías y derechos de los investigados.
Luego sucedió lo conocido y controversial: la policía irrumpió y, por tratarse de un allanamiento, lo hizo por medio de la fuerza. Rompió puertas y redujo a las personas en el interior del domicilio autorizado por la Justicia. Logró dar con la pareja que supuestamente se veía en las cámaras y sus integrantes resultaron ser dos hermanos, Virginia y Matías Pérez.
La policía, tanto de Seguridad como de Investigaciones, participaron del operativo y fueron los que ahora son denunciados -al menos mediáticamente- por los hermanos, quienes aseguran haber sido maltratados e incluso conminados a “negociar”. La negociación a la que hace referencia Virginia supone la delación de otros componentes de la travesía pictórica y monocromática.
Mientras los ocupantes de uno de los departamentos del PH se reponían como podían del accionar policial (“ya le enviamos un carpintero y les explicamos la situación”, dijo un jefe de la Bonaerense), los dos hermanos permanecían custodiados. No hubo representantes de la fiscalía en el operativo porque “se trataba de un procedimiento sin riesgos”. La forma de medir anticipadamente los riesgos tiene que ver con el carácter de lo investigado: no había armas de fuego sino aerosoles.
En el lugar los policías hallaron, además de algunos aerosoles con pintura, bibliografía de uso preferencial de los hermanos. Y el término preferencial obedece a que, justamente, preferían esa lectura a otra.
La fiscal Bonicchini admitió a LA CAPITAL que “se trata de un delito, el de amenazas agravadas, que se sustenta en lo que dice el Código Penal. El agravante es por haber sido realizadas de forma anónima. Lo ideológico es parte de los indicios, porque para acreditar esta amenaza se necesitan muchos indicios y pruebas”.
Los imputados de daños (por pintar propiedad privada) y amenazas agravadas (por el contenido de la pintada) aseguran que son víctimas de una persecución basada en su ideología. “Se llevaron fanzines anarquistas, libros como Resistencia Libertaria, por ejemplo. Me hizo acordar a la Dictadura porque te llevaban por los libros”, dijo Victoria.
Terreno peligroso
Pintar una frase amenazante no es una amenaza penada por el artículo 149 del Código Penal. Constituye daño, de acuerdo, pero no una amenaza. Para que se transforme en una amenaza tienen que darse algunos elementos y allí la complejidad de la acreditación de autoría. Más aún cuando la pintada es anónima.
Dicen los analistas que la amenaza consiste en infundir temor o el anuncio de un mal futuro. Sin embargo, el augurio debe estar dirigido. La inscripción en proximidades de la casa de Arroyo es un elemento importante, aunque también podría tratarse de un verso de una canción que fue llevado al grafiti (o un pensamiento poético) por quien desconoce que el intendente vive en ese lugar. Esa misma frase escrita en un paredón del Puerto, no significaría nada.
Lo concreto es que imputar la amenaza agravada por escribir una frase ambiguamente dirigida es muy endeble desde el punto de vista jurídico. Y entonces se llega al terreno peligroso: si para concluir que la amenaza fue dirigida se toma como elemento una cuestión ideológica, el problema se agrava. Porque entonces sí se corre el riesgo de la “caza de brujas”.
A menos que surja una admisión de parte de los imputados (suelen darse situaciones de autoincriminación para reivindicar ciertas posturas políticas cuando se trata de los verdaderos autores) será de extrema dificultad sostener más allá del cargo de daño.
En la próximas horas se conocerán los resultados de peritajes químicos que podrían determinar si tanto la pintada antirreligiosa y la intimidatoria fueron hechas con la misma pintura y por la misma persona. También se les tomará declaración a los hermanos para conocer sus descargos.